Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte Alcantarilla - Murcia - España
Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena MuerteAlcantarilla - Murcia - España

CANTO AL CRISTO DE LA BUENA MUERTE

 

Mi Señor, tan sólo Tú,

me llenas de gratitud.

Porque me quieres,

has llegado hasta el extremo;

te has entregado perdonando hasta la cruz.

Y en el silencio guardas todas las palabras

ante ti, sólo pido, que nada pueda pedir.

 

CRISTO DE LA BUENA MUERTE

ROSTRO VIVO DE DIOS.

BRAZOS ABIERTOS

PARA AMAR CON TERNURA,

SIN MEDIDA PERDONAR.

¿CÓMO NO DARTE MIAMOR,

SI POR MI TIENES RASGADO

EL CORAZÓN?

 

Elevado en la cruz,

No hay tinieblas, sólo hay luz;

y abres la puerta de la muerte

que cerraba nuestros cielos

con las llaves de la vida y del amor.

No hay más amor

que el de entregar por ti la vida,

en tantas cruces que hay a nuestro alrededor.

 

CRISTO DE LA BUENA MUERTE

ROSTRO VIVO DE DIOS.

BRAZOS ABIERTOS

PARA AMAR CON TERNURA,

SIN MEDIDA PERDONAR.

¿CÓMO NO DARTE MIAMOR,

SI POR MI TIENES RASGADO

EL CORAZÓN?

 

CRISTO DE LA BUENA MUERTE

ROSTRO VIVO DE DIOS.

BRAZOS ABIERTOS

PARA AMAR CON TERNURA,

SIN MEDIDA PERDONAR.

CON UN BESO A TUS PIES,

VIVE Y FLORECE MI FÉ.

 

Música: Ismael Sánchez y Patricio Pérez.

Letra: Patricio Pérez.

AL CRISTO DE LA BUENA MUERTE. (Mª José Puche Gil. 2011).

 

Cristo de la Buena Muerte,

que arrancas la noche de miércoles santo;

Tercio de mujeres, acompañando a su santo;

con su túnica negra proclaman su pasión,

con su farol alumbran su amor;

almas silenciosas sintiendo su dolor;

recorrido lento y penoso, pero a la vez gozoso,

lleno de amor glorioso,

por todos los que te acompañan,

a tu templo maravilloso;

silencio roto por ese tambor,

que hace que su paso se convierta en su clamor,

donde te esperan con todo su amor,

pidiendo perdón en noche de silencio,

y de pasión, por ti Cristo de la Buena Muerte,

te seguiremos eternamente.

PROCESIÓN DEL SILENCIO. (Joaquín Martínez Vigueras. 2011).

 

Se acerca el momento, entro a nuestra iglesia y, frente a la puerta está el Santísimo Cristo de la Buena Muerte, precioso y tan majestuoso como todos los años, el contraste de colores de las flores y la policromía de la talla, a la luz ténue de las velas de su trono, pero que ilumina su rostro con un brillo muy especial,  me sigue emocionando como la primera vez.

 

El templo está abarrotado de penitentes vestidos de negro y oro, portando sus faroles, con sus caras cubiertas tras los capuces, y sus ojos, en muchos casos, reflejan a la vez nervios y respeto a nuestro Cristo de la Buena Muerte. Es un momento especial, porque se acercan las 22:00H,  la hora de inicio de la Procesión del Silencio, pero todos (penitentes, portapasos, tercio femenino, niños, directiva e incluso los representantes de otras cofradías en la presidencia) somos conscientes de la necesidad de respetar el silencio, hasta el punto de que todos mantenemos nuestra posición, respirando hondo y tan solo se oyen los susurros de los responsables de organizar el desfile.

 

En la plaza hay una oscuridad absoluta, y una multitud aguarda en silencio el comienzo de la procesion.

 

 

Cumpliendo con exactitud la hora fijada, se abren las puertas de la iglesia, para ese momento todos los portapasos estámos perfectamente colocados en el trono, dispuestos para comenzar, un sudor frio refleja mi tension en ese momento. Tanto dentro como fuera del templo se guarda un silencio sepulcral, mientras el estandarte sale a la calle, a continuación la cruz guía y un numeroso grupo de nazarenos infantiles desfilan por delante del Cristo de la Buena Muerte, manteniendo siempre el orden, y saliendo a la calle, conscientes de la responsabilidad que conlleva desfilar en nuestra procesión, que exige guardar un orden y un silencio absolutos.

 

Comienzan a salir los nazarenos penitentes, con sus faroles encendidos, algunos andando de puntillas para no hacer ruido, y otros no pueden evitar mirar con devoción al Cristo de la Buena Muerte cuando pasan por delante del trono. El silencio sigue siendo sepulcral.

Sale el resto del séquito y las autoridades y se acerca del momento que todos estamos esperando. Un golpe seco alerta a todos los portapasos, un segundo golpe viene seguido de una leve elevación del trono, y un tercer golpe hace que la imagen salga despacio del templo, y sus luces destacan sobremanera en la oscura noche. El trono avanza lentamente hasta el borde de las escaleras y los primeros portapasos tienen que bajar algunos escalones, teniendo que alzar los brazos para mantener con contacto con las baras del trono. Un golpe hace que los portapasos nos detengamos, se oyen ya algunas respiraciones bajo los capuces.

 

Unos segundos de respiro son sufientes para reconocer algunas caras de los vecinos de Alcantarilla, que en muchos casos reflejan un enorme respeto y devoción al Cristo de la Buena Muerte, el silencio sigue siendo dominando la noche….

 

 

Dos filas de faroles portados por los penitentes muestran el camino al trono, y tras otro golpe seco, éste gira y se encamina para abandonar la plaza, en ausencia de ruidos ni ritmo de tambor.

 

 

La primera calle es bastante estrecha y el trono discurre por ella con una ligera bajada, el tambor ya acompaña a nuestros pasos, y el silencio es absoluto, hasta que se rompe por la saeta.

 

Al ritmo del sonido atenuado del tambor, el trono avanza, mientras los portapasos intentamos mantenerlo suspendido en el aire, intentando buscar el reflejo de la silueta de nuestro Cristo de la Buena muerte en cada luna de cristal, o bien la sombra del mismo en las fachadas, y nos llena de gozo, y nos da fuerzas para seguir con paso firme.

 

 

El desfile discurre en silencio a lo largo de su itinerario, como no podia ser de otra forma, y las dos filas de faroles son paralelas perfectas que conducen nuestra vista hasta la cruz guía.

 

 

Las 3 horas que dura el trayecto, a pesar del esfuerzo, se me hacen cortas , porque la emoción me hace sacar fuerzas de donde no las hay, y afrontamos la dura cuesta al final del recorrido, para la cual redoblamos el paso. Una vez finalizada la subida, ya vemos la plaza de la iglesia, y comienzo a sentir de nuevo cierta tensión, pendiente del final de la procesión.

 

 

Al llegar a la plaza, unos segundos de parada, y el tercio femenino, los tambores, las autoridades y resto del séquito que nos acompaña, toman la iniciativa y entran en la plaza, dejando el hueco entre la multitud que aguarda, siempre en silencio y a oscuras, para la entrada del Cristo de la Buena Muerte a la plaza. El sonido de los tambores ya ha cesado, ahora somos los portapasos los que mantenemos el ritmo con el sonido de nuestros pasos. En el centro de la plaza suena la última saeta y todos los vecinos presentes sienten de nuevo una emocion especial que expresan en sus caras, apenas visibles por la luz de las velas, y el silencio se rompe tan solo por unos segundos, para aplaudir. Antes de que los aplausos vayan a más, un golpe indica que debemos ponernos de nuevo en marcha, y el silencio vuelve a reinar en toda la plaza, adultos, niños, …..todos son partícipes del silencio, y vuelven a ver desfilar al trono al ritmo de nuestros pasos y de la misma forma giramos y nos encaminamos a subir la cuesta hasta la iglesia, sacando fuerzas de flaqueza, y con un sentimiento contradictorio de querer llegar a nuestro destino cuanto antes, y a la vez lamentando que no volveremos a desfilar hasta dentro de un año. Sólo nos queda un último esfuerzo y todos lo ponemos con el mismo convencimiento….

 

Una vez colocado el trono en la puerta de la iglesia, volvemos a ver de frente a toda la multitud que permanece expectante, y en silencio, para despedir a su cristo manifestando una profunda fé, mientras se distinguen respiraciones jadeantes de algunos portapasos extenuados por el esfuerzo.

 

 

El golpe seco vuelve a romper el silencio sepulcral de la plaza, y el trono vuelve a encaminarse para entrar al templo, y el Cristo de la Buena Muerte se despide de sus feligreses mientras suena, por primera vez en esta noche, un toque de corneta. Todos los portapasos sentimos una satisfacción plena por una labor bien hecha, orgullosos de pertenecer a la Cofradía del Santisimo Cristo de la Buena Muerte y depositamos, con cuidado, el trono dentro de la iglesia.

 

Se cierran las puertas del la iglesia y la plaza vuelve a quedarse a oscuras: ¡ La procesión del silencio ha terminado!

¡SILENCIO! (A. Martínez Gómez. 2011).


Miércoles Santo, noche de Pasión y Silencio.

La primavera está presente, las estrellas brillan con intensidad, el olor a azahar penetra por nuestros sentidos;

todo se mezcla y confunde en esta noche de sufrimiento.

 

El Cristo de la Buena Muerte. Silencio.

 

Los niños, mujeres, hombres, todos se unen a Él, cada uno de ellos lleva su silencio,

su pena, su tristeza, su confesión.

La emoción se confunde con el Silencio, que solo se rompe por el redoble de los tambores

y el paso amortiguado de penitentes y costaleros.

En un momento de la noche, el silencio se quiebra con la saeta (Silencio de pasión, grito angustiado de dolor).

 

¡Silencio! para el Cristo de la Buena Muerte,

acompañado por cirios encendidos, penitentes y costaleros,

que viven en lo más profundo el Silencio de esta noche de Miércoles Santo.

 

El dolor, la agonía, el llanto, la muerte en la cruz: ¡Silencio!

 

El Cristo de la Buena Muerte se acerca, llega, ya está aqu;

el Silencio se proyecta en la emoción contenida, lágrimas de dolor y oración.

 

Ya de madrugada, el Cristo de la Buena Muerte regresa a su templo,

el bullicio de quienes le esperan se torna en Silencio.

El Cristo está en la plaza, no hay ruido de tambores,

sólo se escucha el lento caminar de los costaleros, que lo trasladan en su Silencio a la Iglesia.

 

Situado el Cristo frente a la plaza, suena la trompeta, Silencio,

toda la gente expectante, el Cristo en su Cruz, en silencio,

se va trasladando lentamente, como apiadándose de nosotros, por nosotros,

y penetra al interior del Templo.

 

El silencio deja paso a la emoción contenida y alguien grita:

¡Viva el Cristo de la Buena Muerte!

A CRISTO CRUCIFICADO (Anónimo del s. XVI).

No me mueve, mi Dios, para quererte,

el cielo que me tienes prometido,

ni me mueve el infierno tan temido

para dejar por eso de ofenderte.

 

¡Tú me mueves, Señor!, muéveme el verte

clavado en una cruz y escarnecido,

muéveme ver tu cuerpo tan herido,

muévenme tus afrentas y tu muerte.

 

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera

que aunque no hubiera cielo yo te amara,

y aunque no hubiese infierno te temiera.

 

No me tienes que dar porque te quiera,

porque, aunque lo que espero no esperara,

lo mismo que te quiero te quisiera.

ANTE EL CRISTO DE LA BUENA MUERTE (José Mª Pemán).

¡Cristo de la Buena Muerte,

el de la faz amorosa,

tronchada como una rosa, 

sobre el blanco cuerpo inerte

que en el madero reposa.

 

¿Quién pudo de tal manera

darte esta noble y severa

majestad llena de calma? 

 

No fue una mano: fue un alma

la que talló tu madera.

Fue, Señor, que el que tallaba

tu figura, con tal celo

y con tal ansia te amaba,

que, a fuerza de amor, llevaba

dentro del alma el modelo. 

Fue, que, al tallarte, sentia

un ansia tan verdadera,

que en arrobos le sumía

y cuajaba en la madera

lo que en arrobos veía.

 

Fue que ese rostro, Señor,

y esa ternura al tallarte,

y esa expresión de dolor,

más que milagros del arte,

fueron milagros de amor.

 

Fue, en fin, que ya no pudieron

sus manos llegar a tanto,

y desmayadas cayeron... 

¡y los ángeles te hicieron

con sus manos, mientras tanto!

 

Por eso a tus pies postrado;

por tus dolores herido

de un dolor desconsolado;

ante tu imagen vencido

y ante tu Cruz humillado,

siento unas ansias fogosas

de abrazarte y bendecirte,

y ante tus plantas piadosas,

quiero decirte mil cosas

que no se cómo decirte...

¡Frente que, herida de amor,

te rindes de sufrimientos

sobre el pecho del Señor

como los  lirios que, en flor, 

tronchan, al paso, los vientos!

 

Brazos rígidos y yertos,

por tres garfios traspasados

que aquí estais; por mis pecados

para recibirme, abiertos,

para esperarme, clavados.

 

¡Cuerpo llagado de amores,!

yo te adoro y yo te sigo;

yo, Señor de los señores, 

quiero partir tus dolores

subiendo a la cruz contigo.

 

Quiero en la vida seguirte,

y por sus caminos irte

alabando y bendiciendo,  

y bendecirte sufriendo,

y muriendo bendecirte.

 

Quiero, Señor, en tu encanto 

tener mis sentidos presos,

y, unido a tu cuerpo santo,

mojar tu rostro con llanto,

secar tu llanto con besos.

 

Quiero, en santo desvarío,

besando tu rostro frio, 

besando tu cuerpo inerte,

llamarte mil veces mio...

¡Cristo de la Buena Muerte!

 

Y Tú, Rey de las bondades,

que mueres por tu bondad

muéstrame con claridad

la Verdad de las verdades

que es sobre toda verdad.

 

Que mi alma, en Ti prisionera

vaya fuera de su centro

por la vida bullanguera;

que no le lleguen adentro

las algazaras de fuera;

que no ame la poquedad

de cosas que, van y vienen;

que adore la austeridad

de estos sentires que tienen

sabores de eternidad;

que no turbe mi conciencia

la opinión del mundo necio;

que aprenda, Señor, la ciencia

de ver con indiferencia

la adulación y el desprecio;

que sienta una dulce herida

de ansia de amor desmedida;

que ame tu Ciencia y tu Luz;

que vaya, en fin, por la vida

como Tú estás en la Cruz:

de sangre los pies cubiertos,

llagadas de amor las manos,

los ojos al mundo muertos,

y los dos brazos abiertos 

para todos mis hermanos.

 

Señor, aunque no merezco

que tu escuches mi quejido;

por la muerte que has sufrido,

escucha lo que te ofrezco

y escucha lo que te pido:

 

A ofrecerte, Señor, vengo

mi ser, mi vida, mi amor,

mi alegria, mi dolor;

cuanto puedo y cuanto tengo;

cuanto me has dado, Señor.

 

Y a cambio de esta alma llena

de amor que vengo a ofrecerte,

dame una vida serena

y una muerte santa y buena.

¡Cristo de la Buena Muerte!

LA MUERTE NO ES NADA. (San Agustín).

Simplemente he pasado a la habitación contigua.

Lo que éramos los unos par alos otros lo seguimos siendo.

Nombradme como lo habéis hecho siempre, 

hablad de mi como de costumbre,

no empleéis un tono diferente, 

no os pongáis tristes. 

Reíros de aquello que nos hacía reir.

Reid, sonreid, 

pensad en mÍ.

Rezad por mí.

Que se pronuncie minombre en casa con normalidad, 

sin énfasis ni muestras de tristeza.

La vida significó lo que siempre significó,

Está donde siempre debió estar,

los lazos no han sido cortados.

¿Por qué voy a estar fuera de vuestro pensamiento?

¿Tan sólo porque no estoy al alcance de vuestra mirada?

Os espero, no estoy lejos, 

justo al otro lado del camino.

VIDA PASADA

Te negué,

Te negué, tres veces,

pensando que me habías abandonado, te negué,

no saber que el camino que estaba recorriendo

lo habías puesto para mí.

Te negué, tres veces.

No supe ver que estabas ahí, mirando, viendo como caía,

en el fondo del abismo, y sin saber como salir.

De nada me sirvió todo lo que me enseñaron sobre tí,

todo lo que viví y compartí en tu casa,

porque te negué tres veces.

Y ahora, después de abandonado ese camino, ese abismo,

me he dado cuenta que tuvo que ser así,

que lo pusiste ahí para mí.

Ese camino era el que debía recorrer

para obtener mi libertad, mi felicidad.

Gracias, he vuelto a nacer y perdóname

porque te negué tres veces.    (JESÚS AVILÉS HURTADO, 2009).

AL CRISTO DE LA BUENA MUERTE

En esa noche de profundo silencio,

con mi farol te alumbro,

con mi firme paso te sigo,

con mi alma te acompaño,

tras de ti, en tu cruz, por eses camino de sufrimiento, cada paso se convierte en

Esperanza de poder estar algún día a tu lado,

Ilusión de poder tocarte,

Pasión de poder amarte,

Anhelo de consuelo,

y recogida en la fe que desprendes a tu paso, sigo el camino hasta tu templo, entre

llantos y sollozos de silencio,

donde la espera de tus fieles se hace oración hasta que apareces

así clavado en la cruz porque eres el Hijo de Dios.

Con silencio, llegas al final del camino, en el que se te acoge

con gran sentimiento de dolor, alegría y fervor.

A ti bendito Cristo de la Buena Muerte,

quiero ofrecerte, que por ti vivo,

por ti muero, y en mi corazón,

lo mucho que te quiero.     (MARIA JOSE PUCHE GIL, 2009).

POEMA AL CRISTO DE LA BUENA MUERTE

Cuatro cirios de cera

iluminan tu cara

y Tú, clavado en el madero

entre rosas de amarguras

por salvar al mundo entero.

Cristo de la Buena Muerte,

Dios y hombre verdadero,

humilde Cristo y Redentor

Alcantarilla te venera

en tu Iglesia de Campoamor.

Por ser el Hijo de Dios

en una  Cruz te clavaron,

para poder perdonar

allá en el Monte Calvario

que fue tu primer Altar.

¡Ay! Cristo de la Buena Muerte,

¿quién te podrá comprender?

que siendo Dios te hicieras hombre

pagando por mis pecados

en esa Cruz tan enorme,

donde cada pecado mío,

a lo largo de mi vida

uno a uno lo pagaste

y todos mis sufrimientos

a la Cruz te los llevaste.

Fue tu Calvario la dicha

de sufrimientos callados,

fuiste víctima inocente

que por amor te entregaste

para salvar a la gente.

Al mundo entero perdonas

por ser Hombre y por ser Dios

y en los maderos cruzados

formó Cruz la redención

para morir por nuestros pecados.

Cristo de la Buena Muerte,

tu cara mirando al cielo

buscando encontrar consuelo

que ya nadie puede darte,

ni siquiera el Padre Eterno

al que a voces Tú llamaste.

Bendito Cristo de la Buena Muerte,

hasta Campoamor llegaste

para morir en la Cruz,

y Alcantarilla que tanto te quiere

te pide con su oración

que perdones sus pecados

y nos des tu bendición.    (MANUEL RUIZ. 2008)

EL CRISTO DE LA BUENA MUERTE

Todo había acabado, hasta la vida.

Del patíbulo, colgado, sin aliento,

con las manos y pies sin movimiento,

Cristo expiró muy sólo en su partida.

Duro escarnio sin eco ni acogida,

escenario de muerte y sentimiento,

crepúsculo azotado por el viento,

fin del proceso amargo a su caída.

En medio de dos pobres ladrones,

víctima de la injuria y la condena

inclinó su cabeza hacia adelante.

A nadie le faltó causa, razones,

miedo, valor, motivos en cadena

para hacer de aquel reo un Dios Triunfante. (MANUEL MUÑOZ HIDALGO, 1992).

Por tí llevo mi cruz,

la de esta vida mía

que noche ya sería

si no fuese tu luz.

Por tí, que en el Madero

con tres clavos estás

y así lección me das

sufriendo Tú primero.

Por tí, Señor, yo quiero

hacer de cada día

mi ofrenda de romero.

Y al fin de este sendero,

feliz el alma mía

será, si por Tí muero.     (JUAN CANOVAS, publicado libro S.S. 1994).

AL CRISTO DE LA BUENA MUERTE

Al mirarte en la cruz tan humillado

hincaría las uñas en los ojos,

mostraría la rabia y mis enojos

a todo lo que obliga al desagrado.

Suplicante, desnudo y enclavado,

con los cielos por la tristeza rojos

del color de la sangre y los despojos,

conmueve tu dolor más abnegado.

Me duele el corazón y la violencia

como espinas de llanto que me acosa,

hundidas en el alma sin perjuicio.

¿el INRI jurtifica la sentencia

de tu muerte cruel e ignominiosa?

No comprendo el pesar ni el sufrimiento. (MANUEL MUÑOZ HIDALGO, 2005).

HABLA EL SILENCIO

¿Qué está sonando, qué suena,

qué anuncia ese resplandor

con un silencio que truena

más allá de Campoamor?.

¿No sabéis?

Un hombre va en su martirio

víctima de extraña ley.

Lo veréis.

Es un pobre galileo

que apenas nadie había visto

antes de que fuera reo

y al que llaman Jesucristo.

Fijaos bien en esos ojos.

Su mirada es un volcán

arropada de manojos

de suspiros.

No va solo en el Calvario

pues le acompaña también,

y hasta le mece, y le arrulla

la turba en Jerusalén.

Cuantos faroles de oro

dan luz desde cada esquina

a esa larga caminata

de una Cruz por Palestina.

Vuelve de nuevo a su templo

entre el silencio feroz

que al pueblo da como ejemplo:

Hablar sin dar una voz.       (JUAN CANOVAS, publicado libro S.S. 2002).

AL CRISTO DEL SILENCIO

En noche triste y oscura,

se ven antorchas vibrar, bajan lentas y despacio,

silenciosas...al compás.

Entre calles tortuosas,

con un moverse muy lento,

se dibuja la silueta

de un Cristo, clavado y muerto.

¡¡Noche que encierra secretos

de novedad y misterio!!

En el fúnebre cortejo

que acompaña al Nazareno,

hay hombres, mujeres, niños

que desfilan entre rezos.

Todos ellos van sumidos

en un profundo silencio.

Meditando en la Pasión

y en ese Santo Madero.

Esperanza de quien vive,

consuelo para el que ha muerto.

¡¡Noche que encierra secretos

de novedad y misterio!!

¡Oh Cristo, en la cruz clavado!

siento al mirarte dulzura,

siento a la vez amargura,

siento terror al pasado.

Verte así crucificado

me causa tal dolor

que he de suplir con amor,

lo que Tú por mí has pagado.   (PEDRO PEREZ GARCIA, publicado libro S.S. 2007).

AL CRISTO DE LA BUENA MUERTE

Mi vida con gratitud

Señor, yo he de ofrecerte,

Tu vida diste por mí,

Cristo de la Buena Muerte.

Como un vil malhechor

fuiste condenado Tú,

poniéndote por sentencia

el morir en una cruz.

Tu muerte fué la victoria

de todo el género humano,

Dándonos la Vida Eterna,

librándonos del pecado.

Mi pecado fué la causa

que Tú murieras por mí,

dame, Señor, tu perdón

pues quiero estar junto a Tí.

Haz, Señor, que por la fé

yo no deje de quererte,

y no me apartes de Tí,

Cristo de la Buena Muerte.   (JOSE SÁNCHEZ, publicado libro S.S. 1999).

EL COSTALERO

La muerte lo encontró una tarde clara

cuando nacen las rosas, se lo llevó

en silencio, casi a oscuras,

por los caminos mágicos del cielo.

Cuando llegó a la puerte,

donde miran tus manos a la entrada,

las llevaba rotas, más vacias.

a Dios no le presentaba nada.

¿Cómo vienes aquí tan vacío?

¿Qué hiciste con tu vida y con tu fé?

Y él respondió abatido y humillado:

"Yo sólo fuí costalero".

El hombre miró su manos

y se disponia a partir,

y una voz le detuvo:

"Tú tienes tu sitio aquí, en el Cielo".

Ven y siéntate a milado,

que ha sido mucha tu fé

porque fuiste costalero.

¡Levántalo, costalero,

que no se mueva una flor,

que va clavado al madero

el Dios de la Buena Muerte

perdonando al mundo entero!.   (A.PEREZ, publicado libro S.S. 2003).

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Ultima actualización: 8/4/2020

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