La procesión, llamada del Silencio, sale a
las 10 de la noche del Templo de Nuestra Señora de la Asunción, apagándose el alumbrado público al sonar el primer redoble de los tambores sordos. Abre el cortejo una gran Cruz iluminada, portada
durante todo el recorrido por un solo penitente. Le sigue el Tercio de Tambores, formado por doce componentes. Justo detrás desfila el Tercio Infantil, con faroles adecuados a su estatura y edad,
portados por los mayorcitos, intercalados entre las dos filas. Un grupo de seis penitentes mayores se encarga de que su desfile transcurra sin dificultades.
A continuación, y detrás del estandarte flanqueado por dos faroles, les siguen
las dos filas de penitentes, portando farol con vela, y de 16 portadores de tenebrario, intercalados entre los hermanos. Del correcto desfile está encargado un grupo de ocho hermanos de la Junta de
Dirección.
Entre ambas filas desfilan los "encadenaos", penitentes con promesa que llevan
una (o varias) cruces y cadenas atadas a la cintura, tantas como requiere su promesa.
El trono, portado
a hombros, desfila entre los últimos penitentes, dirigido por el Cabo de Andas, con el redoble de un tambor sordo detrás del mismo, que les facilita el marcaje del paso.
Le sigue
el sacerdote, acompañado por dos hermanos portapasos.
Justo detrás, la Agrupación Femenina del Silencio, formada por 20 miembros, en cuatro hileras, portando faroles, y marcando el mismo
paso.
Cierran el desfile la Presidencia de la Cofradía, los representantes de la Junta de Hermandades y
Autoridades locales.
Durante todo el recorrido, los establecimientos comerciales van
apagando los luminosos e iluminación interior, consiguiéndose el ambiente de penitencia y silencio que se pretende.
Momento particularmente emotivo es el retorno y entrada de nuevo al Templo al término de la
Procesión. Al aparecer el trono en la plaza de la Asunción, todos los penitentes están esperándolo formando círculo para rendirle honores a su paso. Calla el tercio de tambores, así como los de
marcaje de paso, y desde ese momento sólo se oyen las pisadas de los Caballeros Portapasos transportando a Cristo. En un silencio absoluto, recorre los metros que restan hasta el pórtico del templo,
realizando su lenta entrada al mismo con el rostro vuelto hacia los fieles. En esos últimos momentos de la procesión, suenan las cornetas con el toque de oración, que culmina con un fuerte repiqueteo
sobre los parches de los tambores.